La semana pasada me encontraba atendiendo un caso de alimentos (determinación de cuota alimentaria -que incluye todo lo que implica rubros de vivienda, alimentación, salud, vestimenta, educación, esparcimiento- en favor de un menor de edad) donde después de una serie de reuniones con los padres en cuestión, tocaba la etapa de determinación del monto de la cuota…
Este suele ser un punto álgido, ya que cuando se toca el eje de ingresos/costo/monto de cuota en los casos de familia, se trata de la parte más dura, más ciega y conflictiva. Simplificando, entendamos este eje como lo siguiente:
ingresos: ingresos netos de los progenitores.
costo/inversión: gastos de manutención del menor de acuerdo a ponderación previa/ tiempo dedicado al menor.
monto: determinación de una cuota acorde a los dos puntos antes indicados.
Siguiendo con el caso en concreto, la madre del menor había hecho una ponderación del área de ingresos y de costos, y ya tenía aprontada una propuesta de cuota. Mientras que el padre del menor, no había hecho esas tareas previas, más allá de mis invitaciones a que lo hiciera.
Y aquí viene el punto.
Cuando la madre le comunica la propuesta que había elaborado a su ex pareja y padre del hijo que tienen en común, más allá de indicar de que se trataba de una proposición a conversar y, en su caso, reformular, el padre del menor reaccionó y se cerró completamente al diálogo.
Aparecieron reclamos, opiniones acerca de que lo propuesto era «irrisorio», declaraciones como «esta mujer me quiere dejar sin salario», etc.
Allí es cuando me surgieron varias preguntas, algunas estructurales y otras de contenido en relación al caso, pero que no vienen a cuento aquí. Más bien, vamos por las estructurales:
¿Cuándo se desactiva la escucha?
¿Qué es lo que hace que la parte abandone la escucha?
Es como si la parte hubiera oído algo que le satura su capacidad receptiva y automáticamente comienza a emitir, cerrándose a la escucha y cercándose en su posición.
Aquí la persona que recibía la propuesta, no escuchó que tal proposición no era definitiva, que era conversable y reformulable. La persona solo escuchó el monto de cuota propuesto y reaccionó.
Parafraseando a la parte que se encontraba saturada, le dije: «lo que Usted quiere decir es que Usted no puede pagar ese monto, ¿verdad?».
El mediador interno simplifica, cataliza el mensaje, lo limpia, reconoce los puntos de apoyo de la carga y la aliviana.
La respuesta del padre a la pregunta fue: «Claro, no puedo pagar esa cuota».
Fin de la cuestión en relación al contenido del caso.
Pero ahora, volquemos las preguntas a nosotros mismos: ¿en qué momento suelo abandonar la escucha? ¿qué es lo que activa ese «dejar de escuchar»?
Cuando dejo de escuchar, ¿qué es lo que empiezo a emitir?
En aquello que emites, cuando interrumpes la escucha, se encuentra el punto donde se saturó tu capacidad de recibir información del contexto.
Atravesado ese momento, un ejercicio que puedes realizar es escribir o grabar un audio, y encontrar en ese registro las key words (palabras clave) de tu propio relato. Registra el significado de esas palabras, qué es lo que detonan, a qué te recuerdan, ¿puedes resignificarlas?