¿Qué pasa cuando entras en la zona difícil?
La zona difícil es allí donde se te inunda la «choza» o se te queman los papeles. Esa zona puede estar vinculada en torno a un contexto con un otro, con una situación que implica a varios otros o simplemente y, al mismo tiempo, la zona difícil puede ser contigo mismo.
Cuando escucho mis propios relatos (y de otros) en relación a la zona dificil, que socialmente, la llamamos como conflicto, hay tonos diferentes:
justificante, resignado, conciliador, victimizante, justiciero, culposo, perseguidor, falso indiferente, vengativo, rencoroso, etc.
Reconozco esos tonos, los escucho, me escucho desde el mediador interno. Son tonos que responden a un personaje interpretado por el mismísimo (mi mismo) actor que soy.
Ahora, le pregunto al actor, me pregunto a mi mismo: ¿QUÉ NECESITAS?
Esa pregunta frente a la zona difícil me ha dejado tonto. Me ha dejado tonto por varios días.
Me doy cuenta de que muchas veces sostenemos conflictos que no son, que viven en nuestra fantasía proyectada.
Hacernos la pregunta de «¿qué necesitas?» es un cable a tierra, que nos baja de la nube y nos ancla.
Necesito comer, necesito dormir, necesito abrigarme, necesito espacio, necesito tiempo, necesito que me reconozcan, necesito ser mirado (otra forma de ser reconocido), necesito que valoren lo que hago (lo valoro yo mismo?), necesito sentirme parte, necesito ser parte, necesito realizarme en esta área, necesito trascender esta zona de repetición.
Y aunque suene feo para afuera decir que necesitamos, expresar que tengo una necesidad… Aunque suene vulnerable, aunque suene como una persona débil, la verdad es que la necesidad es el fundamento axiomático del vínculo interdependiente, porque me hace reconocer el recurso que tengo y que no tengo, y me permite ver la habilidad que porta el otro y la habilidad que aporto desde mi reconocer que no tengo, que me falta. Reconocer mi propia ausencia.
Así, lejos de ahogarme en la necesidad, RESPIRO. Respiro oxígeno REAL, el que habita mi cuerpo.
Y ahora entiendo que:
Envidiamos porque no reconocemos nuestra necesidad de aquello que envidiamos.
Nos peleamos porque nos cuesta vernos interdependientemente vinculados.
Nos hacemos daño porque ocultamos la vulnerabilidad más profunda: las necesidades.